a un deseo genuino de conversión ni a un verdadero repudio de su vida anterior. Sin duda creían que el mensaje de arrepentimiento, si acaso, era válido para la gente que no sabe la ley, pero no para ellos. Y si pedían el bautismo era como evidencia pública de su propia piedad y humildad espiritual, no como reconocimiento público de su pecado y conversión. Como en el caso de mucha gente religiosa, estaban dispuestos incluso a reconocer que había pecado en sus vidas en un sentido general y nebuloso.